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Soy Licenciada en RRHH y después de muchos años volví a la soltería. No creo en nada pero ¿Qué hacés si una numeróloga te dice que vas e encontrar al amor siguiendo un número exacto? ¿Matás a la amiga que te la recomendó o empezas a prestar atención? De eso se trata.

martes, 7 de junio de 2011

Encuentro twittero

Luli se decidió a ir a verlo y por supuesto yo la acompañé.
Manejamos hasta el local ubicado en una conocida avenida de la Ciudad de Buenos Aires. No quedaba cerca.
Mientras íbamos en el auto Luli estaba bastante risueña hablando de cualquier cosa. Seguía contenta mientras estacionábamos y nos bajábamos. Empezamos a caminar en dirección al local y ahí empezó a freakear.
-No sé si me animo- me dijo.
-¿Me estás jodiendo?- le dije indignada. ¿Viajamos hasta acá y me decís que no querés entrar?
-Si quiero entrar pero no sé si me animo.
-¿El sabe que venías?-le pregunté para ampliar información.
-No, ni se lo imagina. Le dije que tenía ganas pero nunca le dije cuándo ni cómo.
-¿Pensás que le va a caer mal que vengas de sorpresa?- indagué.
-No, creo que le va a gustar.
Pasamos por la puerta y pispeamos adentro del local. En verdad pispeé yo porque Luli miró y dio vuelta rápido la cara.
-Es él-me dijo rápido y por lo bajo.- El de la remera negra.
-Es bastante lindo- le dije.
-¿Si? Te juro que ni lo vi.
-Bueno, te confirmo. Es lindo. ¿Y pensás que te va a reconocer?-pregunté.
-Si, vio fotos, estoy segura que me va a reconocer.
-¡Qué lástima!- le dije.- Hubiera estado genial entrar de incógnito y que él no supiera.
-Bueno, entremos- me dijo. ¿Estoy bien?
-Si, estás divina.
Entramos al local. Yo con mi excusa de buscar una cartera me fui para el fondo.  Luli me siguió con la cabeza gacha.
El nos miró y no dejó de mirar a Luli en todo el camino que hizo hasta el final del negocio.
De pronto apareció y nos preguntó si necesitábamos algo y si nos podía ayudar.
-Una cartera- dije.
-Si, una cartera- repitió Luli.
No recuerdo muy bien lo que pasó, no escuché demasiado. Quise dejarlos solos porque entendí que ese momento era de ellos.
Los observé de lejos. Se reían, ella estaba colorada. El la miraba sin poder creer que fuera ella, que estuviera ahí y que además fuera más linda de lo que había creído. Sin poder creer poder verla al fin en movimiento, riéndose, riéndose de lo que él le decía, como tantas veces había imaginado cuando hablaban por teléfono.
Si hubiera tenido que ponerle guión a ese encuentro hubiera dicho lo siguiente:
El: Me encanta que estés acá, no puedo creer ver cómo se mueve tu boca cuando hablás, conocer cómo parpadean tus ojos, como son tus dientes y los gestos que hacés con las manos cuando estás nerviosa.
Ella: Si, estoy nerviosa, muy nerviosa. Me siento una nena de quince años hablando con el chico que le gusta. Esto es muy raro para mí.
El: Para mí también pero me encanta que hayas venido. Pensé muchas veces en cómo sería este momento pero no lograba imaginar qué ocurriría con exactitud. Ahora sé que no hubiera podido ser nada distinto de lo que es ahora.
Ella: Ahora que te conozco me gustás más todavía. Ahora que te conozco más lamento que tengas novia.
El: Ahora que te conozco lamento tener novia. Ahora que te conozco no sé si voy a poder dormir las noches subsiguientes o concentrarme en las cosas que tenga que hacer.  Ahora que te conozco no sé si vas a salirte de mis sueños cuando yo quiera.  Ahora que te conozco no sé si voy a poder dejar de escribir sobre vos.
Ella: Sos más lindo aún de lo que había imaginado.
El: Vos también. Sos muy linda.
Ella: Me tengo que ir.
El: Ojalá no fuera así.
Ella: Pero lo es.  Volveremos a nuestra vida en twitter. Este instante de vida real se termina acá y probablemente no se repita.  A menos que vos quieras, pero entiendo que no podés.
El: Es así. Quiero pero no puedo.

Se despidieron. A él le quedó su olor en el cuello. Su dulzura y acidez pegadas a la piel.
La hora que le quedó hasta el cierre del local le pareció una eternidad.  Imaginó que salía y ella lo estaba esperando, y le decía que fueran a tomar algo por ahí. Imaginó mil cosas de ahi en adelante. Un encuentro con velas, vino tinto, charla y cigarrillos.

No sé más detalles de esa conversación.  No pregunté mucho. Luli volvió callada en el auto.
-¿Y?- ¿Qué tenés para decir?- le pregunté.
-Que es divino. Es divino. Nada más, es divino. Y que aunque tenga novia, me encantó conocerlo.
-Si, tenés razón. Es divino.  Una lástima.
Seguimos en silencio el resto del camino, imaginando cada una todas esas vidas que jamás viviremos.

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